Las plantas de procesamiento autónomas ya no son una hipótesis futurista: son una respuesta estratégica a presiones de costo, seguridad, trazabilidad y demanda de calidad. Para las empresas agroindustriales y pecuarias —especialmente en países en vías de desarrollo— la clave está en ejecutar pilotos con visión estratégica, priorizar la capacitación del capital humano y articular alianzas público-privadas. Con una adopción planificada, la automatización puede transformar la competitividad nacional, abrir mercados y mejorar la sostenibilidad del sector.